Con 50 puntos de ventaja, Vladimir Putín asume su cuarto mandato presidencial en Rusia. De acuerdo al informe de la Comisión Electoral Central, el candidato arrasó con más del 76 % de los votos. Mientras que su contendor, Pável Grudinin, apadrinado por el Partido Comunista, se conformó con solo el 11,80% de apoyo. Es así como Putín cumplirá 25 años a la cabeza de una de las naciones más sólidas del mundo.
Los resultados no fueron una sorpresa para nadie. Analistas políticos y medios de comunicación daban por ganador a Putín desde el inicio de la campaña. Aunque su porte autócrata lo dintingue en el viejo continente, su gestión de gobierno le ha ganado una popularidad abrumadora dentro de los 17 millones de kilometros que conforman su nación.
No es para menos si echamos un vistazo a los números: El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita subió a US $ 16.000 en 2013, luego de una estrepitosa caída del 38 % entre 1991 y 1999. Según el Servicio Federal Ruso de Estadística, en 1992 el 33, 5% de las familias rusas estaba en el umbral de la pobreza. Actualmente solo 13,4 % se mantiene. A ello se suma el congelamiento de los salarios y que hay 58 carros por cada 100 hogares. La sociedad rusa goza de una calidad de vida incuestionable.
¿Por qué Vladimir Putín?
No es la esperanza de mejorar aún más esas cifras lo que sostiene el voto de los rusos, sino el miedo. Más especificamente, el miedo al cambio y a la inestabilidad. Entra en juego un factor histórico ineludible, presente en cualquir análisis político, social y económico de esta nación. Puntín restauró el orgullo ruso.
La caída de la Unión Soviética en 1991 dejó un sabor amargo. Erase una sociedad confundida, desmembrada, resentida. Perdían territorio, la hiperinflación engordaba la deuda externa, el deterioro de los ideales políticos e ideológicos hacía mella en el orgullo ruso. La llegada de Putín significó el rescate de lo más importante para esta sociedad: su dignidad.
El mandatario construyó “el nosotros”, como bien describen analistas de BBC Mundo, “resaltó no lo que tienen en común, sino, lo que los diferencia de los disidentes, liberales y opositores”. Rusia atravesaba una crisis de identidad y Putín tomó la figura del padre, fuerte e impositivo, para recomponer las bases del Estado.
Putín: El macho
A sus 66 años, Vladimir Putín no teme mostrarse haciendo ejercicios, nadando, volando un ala delta a motor, practicando artes marciales, pescando, cazando o cabalgando. Siempre muestra una figura erguida, solemne y sin rastro de envejecimiento (en lo que ha desgaste físico se refiere). Un macho alfa para una sociedad de grandes ambiciones, pero comportamiento primitivo. La cultura es un factor preponderante y Putín representa a rajatabla la figura del hombre ruso, de orgullo dos veces más alto que su estatura.
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